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Pierre de Coubertin: el humanista olímpico

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Pierre de Coubertin: el humanista olímpico

Pierre De CoubertinConrado Durántez, Presidente de la Academia Olímpica Española, nos presenta en este fragmento extraído de su libro "Las Olimpiadas Modernas"[A], al humanista olímpico y restaurador de los Juegos modernos, Pierre de Coubertin. Su vocación pedegógica le llevó a crear, en 1896, el Comité Internacional Olímpico. Había nacido la fuerza sociológica más importante del siglo XX.

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Pierre de Fredy, Barón de Coubertin, nació en París el 1 de enero de 1863, dentro del seno de una familia acomodada y noble de ascendencia italiana, cuyos antepasados se remontan a un primer Fredy conocido, que sirvió al Rey francés Luis XI, quien le otorgó título nobiliario en 1471. Uno de los Fredy adquirirá en 1567 el Se­ñorío de Coubertin, cerca de París, adoptando el nombre que con posterioridad conservará la fa­milia. Pierre de Coubertin estudiará en París, en la Escuela Primaria, y ulteriormente se graduará en la Universidad de Ciencias Políticas. Vivirá en el castillo de Mirville en Normandía, propie­dad de su familia y en París en la calle Oudinot número 20, la casa en donde nació y que será inicialmente el centro operativo del COI.

Desengañado de la política y los políticos, de­sechando también una fácil carrera militar, muy propia para su rango y condición, tras profundas cavilaciones, decidió dedicarse íntegramente a la ardua tarea de la reforma educativa en su país, impulsado a ello por las reveladoras experiencias personales obtenidas en viaje de capacitación y estudio, llevado a cabo en Inglaterra y América del Norte. La educación, la enseñanza y la peda­gogía son en estos momentos de su vida podero­sos motores de una febril actividad, desarrollada de forma incansable e ilusionada en prodigiosa proyección histórica de un visionario genial.

«He decidido —decía— cambiar bruscamente mi carrera en el deseo de unir mi nombre al de una gran reforma pedagógica...,[1]ya que lo más im­portante en la vida de los pueblos modernos es la educación...,[2]la educación que ha de ser el prefacio de la vida.., y lo que así expreso, es el re­sultado de las observaciones adquiridas en las distintas etapas de mis viajes por los Estados de Europa y América del Norte, en donde he podi­do constatar la existencia de grandes corrientes de reforma pedagógica, independientes de los sistemas gubernamentales e incluso superiores a las mismas tradiciones nacionales[3]»

Pierre De Coubertin fotografia

El poderoso motor que impulsa su vocacional ideario pedagógico ha de llevarle de manera in­soslayable a la moderna concepción del olimpismo, en un tránsito en donde únicamente sus excepcionales condiciones personales de plas­mar en inmediatas realidades la genial concep­ción de grandes ideas, hizo posible tan aventu­rada empresa. El deporte será pues, no sólo el medio más cómodo, rápido y eficaz para la for­mación del individuo, sino también el vehículo más directo de comunicación, comprensión y pacificación de los pueblos, al constituir a su entender:

«Una escuela de nobleza y pureza mo­ral, a la vez que medio de fortalecimiento y energía física».

El 25 de noviembre de 1892, en una confe­rencia que pronunció en el claustro de la parisi­na Sorbona sobre «los ejercicios físicos en el mundo moderno», anunció el proyecto de resta­blecimiento de los Juegos Olímpicos, que fraca­só ante la general incomprensión, pese al júbilo que despertó la idea. Dos años más tarde y en el mismo recinto universitario, es aceptado el pro­yecto por unanimidad, creándose el Comité Olímpico Internacional y designándose como primera sede de los Juegos Olímpicos modernos a Atenas, en donde estos tienen lugar en 1896[4].

Primer CIO

El primer Comité Olímpico Internacional en los Juegos de la Olimpiada de Atenas 1896
De izquierda a derechade pie: Gebhardt (Alemania), Guth-Jarkovsky (Bohemia), Kemeny (Hungría), Balck (Suecia); sentados: Coubertin (Francia), Vikelas (Grecia, Presidente), Butovsky (Rusia)

Dos consecuencias se extraen de tan histórico momento. Acababa de nacer la fuerza socioló­gica más importante del siglo XX, y su naci­miento se había producido al amparo, cobijo y talante intelectual de un prestigioso recinto universitario.

La misión pacificadora de los Juegos es pauta de especial atención prioritaria para Coubertin, quien manifestaba a finales del ario de su res­tauración:

«Es preciso —decía— que cada cua­tro años los Juegos Olímpicos restaurados den a la juventud universal la ocasión de un reen­cuentro dichoso y fraternal, con el cual se disi­pará poco a poco esta ignorancia en que viven los pueblos unos respecto a los otros, ignorancia que mantiene los odios, acumula los malenten­didos y precipita los acontecimientos en el des­tino bárbaro de una lucha sin cuartel[5]».

Coubertin será el alma motora, ideólogo, eje­cutor y proyectista de la gran aventura olímpica moderna, a la que estuvo estrechamente vincu­lado y llevó personalmente desde sus inicios, desempeñando la presidencia del COI entre 1896 y 1925.

Pierre De Coubertin microfono

Usando los limitados medios de comunica­ción de la época, dirigió y atendió personal­mente el olimpismo restaurado, recibiendo y escribiendo a mano la abundante correspon­dencia olímpica en progresivo aumento, en ti­tánica tarea personal a la que dedicó todos los momentos de su vida y también la totalidad de su saneada y considerable fortuna, soportando por ello una aguda y difícil situación económi­ca al final de su vida.

La incomprensión de un sector de sus paisa­nos al sentido de su obra y las tensiones políti­cas del momento, motivaron el traslado y ubi­cación del COI a la ciudad suiza de Lausana, a donde llevó también los archivos del mismo, en virtud de un acuerdo firmado en el Ayunta­miento de la ciudad el 10 de abril de 1915, vi­viendo en este país hasta su muerte ocurrida de forma repentina el 2 de septiembre de 1937, cuando, meditante, paseaba por el parque de la Grange en Ginebra[6].

En su testamento, dejó establecido que su cuerpo fuera enterrado en Suiza, nación que le dio cobijo, comprensión y abrigo a él y a su obra, y que su corazón fuera llevado al mítico santuario de Olimpia, el motor espiritual de su ilusionado y fecundo quehacer olímpico. Allí reposa depositado en una estela de mármol des­de el mes de marzo de 1938.

Pierre De Coubertin estela

Coubertin dejó en marcha una gigantesca obra viva y cambiante (el olimpismo y Juegos Olímpicos) y una prodigiosa fuente de conoci­miento e investigación, integrada por sus múl­tiples artículos, libros, obras, conferencias, etc., que sobrepasa las catorce mil páginas impresas, genéricamente distribuidas en treinta libros, cincuenta folletos y más de mil doscientos ar­tículos sobre las materias más diversas.

C.E.O.
Fuente: [A] DURÁNTEZ, Conrado: Las Olimpiadas Modernas, Madrid, 2004, pág. 15-17.

Bibliografía:

[1] VIALAR, Paul:Pierre de Coubertin.The Man, the Games. A.O.I.1962, pág. 16y siguientes.

     COUBERTIN, Pierre:Une campagne de vingt et un ans,1980, pág. 13.

     DURÁNTEZ, Conrado:Olimpia.Madrid, 1975, pág. 352.

[2] COUBERTIN, Pierre:Universités Transatlantiques,1980, pág. 13.

[3] COUBERTIN, Pierre:Notes sur l’éducation publique,1901, Avant Propos.

[4] DURÁNTEZ, Conrado:Olimpia,págs. 354-358.

[5] Discurso de Pierre de Coubertin ante la Sociedad El Parnaso, en Atenas el 16 de noviembre de 1894, enIdeario Olímpico,Madrid 1973, pág. 23.

[6] DURÁNTEZ, Conrado:Olimpia,pág. 362.

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