Para los Juegos de 1984 la candidatura de Los Ángeles se presentó en solitario, y la adjudicación, obviamente no ofreció dudas1. El astronómico coste al que ascendió el gasto originado por las dos anteriores ediciones olímpicas fue el elemento disuasorio determinante para cualquier tipo de concurrencias. Montreal generó un coste de mil doscientos millones de euros y lo invertido para Moscú se calculó en cifra aproximada a los seis mil millones de euros. El mérito alcanzado por los patrones olímpicos americanos es el de haber descubierto un revolucionario mecanismo de financiación a través de la inversión privada2.
Por esta razón cuando Los Ángeles fue designado, los organizadores de los Juegos sabían que no habían de contar con ningún tipo de ayuda oficial y, si bien es cierto que parte importante de las instalaciones existían ya, como el Memorial Coliseum, escenario de los Juegos de 1932, fue preciso no obstante, realizar toda una serie de obras de acondicionamiento y actualización, y, después de cerrados los gastos, los Juegos de 1984 produjeron un superávit de 150 millones de euros. Todo un récord económico-olímpico.
Medallas de los Juegos de la XXIII Olimpiada - Los Angeles 1984
La colaboración del voluntariado olímpico dio también el récord de participación, con 45.000 ilusionados colaboradores gratuitos, y la partida de recaudación por la retransmisión televisiva alcanzó también otro récord histórico al sobrepasar la cifra de los 217 millones de euros. El acoplamiento del heterogéneo grupo de factores que dio un tan positivo balance económico tuvo un nombre como protagonista de tan mágicos aciertos, que fue el de Peter Ueberroth, Presidente del Comité Organizador (LAOC)3.
Pero en los Juegos de 1984 había de tener lugar también la segunda y esperada secuencia del boicot olímpico iniciado de forma múltiple cuatro arios atrás. El 9 de mayo de aquel año, la URSS comunicaba de forma oficial su decisión de no acudir a Los Ángeles bajo el pretexto pueril de la inseguridad que ofrecía a su delegación la histeria antisoviética que se respiraba en Estados Unidos. El pronunciamiento decisivo de la nación cabeza de serie, trajo consigo un cúmulo de adhesiones en cadena, que secundaron la decisión y así Bulgaria, República Democrática Alemana, Vietnam, Laos, Mongolia, Afganistán, Hungría, Polonia, Cuba, Yemen del Sur, Etiopía, Corea del Norte y Angola se unieron al boicoteo4.
En cuanto a la competición, los Juegos de la XXIII Olimpiada se iniciaban como los anteriores con una elevada tasa de devaluación por ausencias. Pero en el aspecto sociológico la maniobra política de la importante ausencia produjo efectos diversos en los dos bloques, y así mientras en Rusia y otros países la decisión final de boicoteo fue motivo de desaliento y frustración en una generación de atletas que con elevado sacrificio se habían venido preparando para el gran acontecimiento, en EE.UU., por el contrario, los reiterados triunfos norteamericanos, propiciados en gran medida por ausencias de cualificadas figuras, fueron adoptados como un síntoma de supremacía mundial, generador de un exacerbado nacionalismo, y la bandera norteamericana, en todo tipo de tamaños y grabada en los instrumentos y útiles más diversos, aparecía por doquier5.
En prevención de trágicos acontecimientos como los de Múnich, las medidas de seguridad adoptadas para la vigilancia y control de la Villa Olímpica fueron extremas. Los cerca de 8.000 atletas pertenecientes a los 141 países participantes fueron custodiados estrechamente por 20.000 vigilantes, entre policías, soldados y guardas, y 100 helicópteros sobrevolaron constantemente la zona, completando así unas medidas prudentes en exceso que restaron espontaneidad y libertad a la reunión de la familia olímpica.
El traslado del fuego olímpico desde Olimpia, según el proyecto concebido por los organizadores, fue motivo de aguda controversia. El criterio eminentemente utilitario del Presidente del Comité, Peter Ueberroth, así como el del Director General, Harry Usher, les llevó a concebir el plan denominado Youth Legacy Kilometer (Kilómetro Patrimonio de la Juventud), según el cual todo el recorrido que debía hacer el fuego olímpico por territorio norteamericano sería subastado de manera que el que quisiera ser portador de la llama durante un kilómetro debería abonar a la organización una suma equivalente a 1.800€. Con el dinero recaudado de esta manera se formaría un fondo destinado a promover el deporte entre la juventud estadounidense aún no federada6.
A la idea así concebida se le dio inmediatamente publicidad a través de los diferentes canales de radio y televisión, así como con la edición de folletos explicativos sobre la intención y finalidad del proyecto, acompañado de charlas, coloquios y conferencias. De diferentes puntos del país comenzaron a llegar propuestas para cubrir distintos tramos de la carrera, previo pago de la suma anticipada. Pero cuando el Comité Olímpico Griego tuvo conocimiento de la dimensión económica que se preveía dar al simbólico recorrido de la antorcha, manifestó su profundo desagrado, amenazando con no permitir el traslado del fuego olímpico.
En fecha 27 de noviembre de 1983, el Comité Olímpico Griego puso en conocimiento del Presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, el estado de las cosas y su alarma por lo que consideraban mercantilización inaceptable de uno de los símbolos más genuinos de la gran fiesta olímpica. Tensas reuniones tuvieron lugar durante los meses de febrero, marzo y abril de 1984 entre el LAOC y el Comité Olímpico Griego, animadas por extensas campañas de prensa de periódicos helénicos y norteamericanos. Al final, a escasos días del comienzo de la tradicional ceremonia en Olimpia, ambas partes llegaron al acuerdo de trasladar el fuego de Olimpia a Atenas en helicóptero y de Atenas a Nueva York en avión. El resto del programa del recorrido por suelo norteamericano se realizará según lo habían concebido los organizadores.
El fuego olímpico para los Juegos de Los Ángeles recorrió 15.000 kilómetros, fue portado por 3.436 corredores y generó una suma de beneficios superior a los seis millones de euros7.
Pebetero de Los Angeles 1984
Uno de los secretos mejor guardados de estos Juegos fue el nombre del atleta encargado de hacer la última posta del relevo y encender el pebetero en el Memorial Coliseum: Rafer Johnson. Este ex decatleta de raza negra recibió la antorcha de manos de Gina Hemphill, cuyo único mérito para portar la antorcha dentro del Estadio era el de ser la nieta del mítico Jesse Owens8.
Paralelamente a la preparación de los Juegos se llevó a cabo un sinfín de actividades culturales bajo el nombre de Olympic Arts Festival, como medio de fusión de las culturas oriental y occidental. Estas actividades incluían teatro, ópera, danza, cine, conciertos y exposiciones de pintura, todo ello de la más variada índole y para los gustos más dispares. Allí se dieron cita artistas tan heterogéneos como Merce Cunningham, Plácido Domingo, la Orquesta de Cámara Nacional de China o el Cirque du Soleil.
Sam - Mascota de los Juegos de la XXIII Olimpiada - Los Angeles 1984
La ceremonia inaugural fue una vez más el claro exponente de la cultura, la historia y la mentalidad del país anfitrión. El productor de más de 500 películas, David Wolper, fue el encargado de dirigir el gran espectáculo que sería presenciado por televisión por más de 2.500 millones de espectadores9.
Las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos costaron más de 5 millones de euros. En la primera, la preparada por Wolper, millones de globos blancos y dorados ascendieron al cielo, mientras que un multitudinario conjunto, integrado por más de diez mil ejecutantes, entre los cuales había ochenta y cuatro pianistas, evocarían las peripecias históricas de la nación americana junto con sus mitos de celuloide y la ficción científica a través de la evolución de su música, desde los primitivos espirituales negros sureños hasta el moderno breakdance, pasando por los temas de películas famosas. El gran ausente de la ceremonia inaugural fue el águila «Bomber» una rapaz majestuosa e inteligente que había sido entrenada durante un año para sobrevolar el Estadio en la solemne sesión. El fallecimiento repentino de la rapaz cuatro días antes de la inauguración, obligó a un rápido cambio en el programa y el golpe de efecto corrió a cargo del rocketman que con la más fantástica de las ideas llegó al centro del estadio autopropulsado, como si de espectacular vuelo cósmico se tratase, cautivando con su insólita aparición a los casi cien mil espectadores. Una ceremonia del más puro estilo cinematográfico, con toda la grandiosidad y el colorido que caracterizaron a los musicales de Hollywood10. El presidente Reagan, desde una cabina de cristal blindado, pronunció las palabras de rigor y los Juegos comenzaron, Edwin Moses el excelente atleta norteamericano de color, figura mundial en la distancia de 400 m vallas y medalla de oro en la prueba, en los Juegos de Montreal, fue el deportista elegido para prestar el juramento olímpico en nombre de los competidores. La trascendencia solemne del momento, alteró su memoria, olvidándose parte de la fórmula juratoria que, entre titubeos y silencios, redujo a muy breves palabras. Pero la intención bastó.
Edwin Moses (USA)
A pesar del boicoteo, los Juegos de Los Ángeles no estuvieron faltos de logros y récords. Carl Lewis igualó la hazaña de su hermano de raza Jesse Owens y sin esfuerzo aparente consiguió la medalla de oro en 100, 200, 4 x 100 y longitud11. Otro yanqui de color, el referido Edwin Moses, triunfó con autoridad en los 400 metros vallas, consiguiendo en la prueba su victoria consecutiva número 105 y repitiendo el éxito que ocho años atrás obtuviera en Montreal. El corpulento japonés Yasuhiro Yamashita luchando contra la adversidad de una lesión y cojeando ostensiblemente fue eliminando a todos sus contrincantes hasta adjudicarse el triunfo en el open de judo, y la rumana Maricica Puica triunfó en la prueba de los 3.000 metros, contra pronóstico, dejando atrás a la británica Zola Budd, a quien se le imputó por el público la caída en la pista de la favorita local Mary Decker12. El fornido atleta británico Daley Thompson, se proclamará como el atleta más completo de los Juegos al ganar holgadamente el decatlón.
Carl Lewis (USA)
Los Juegos de Los Ángeles también pasarán a la historia del deporte, por ser los primeros en los que se incluyó la carrera de maratón en el programa olímpico femenino. Fue esta una prueba dramática donde el calor y la humedad hicieron estragos entre las corredoras. La atleta suiza Gaby Andersen-Schiess entró en el estadio deshidratada y exhausta protagonizando, con su interminable esfuerzo para conseguir llegar a la meta, el incidente deportivo más patético de los últimos tiempos. Mientras, Joan Benoit, ganadora de la prueba, pasará a la historia como la primera vencedora de un maratón olímpico femenino e igualmente la joven marroquí Nawal El Moutwakel como la primera mujer árabe vencedora con medalla de oro olímpica. Las carreras sobre 3.000 y 4.000 m vallas femeninos también se disputaron en estos Juegos por primera vez y Carlos Lopes, el enjuto maratoniano portugués, también ganará en la prueba la primera medalla de oro para su país.
Daley Thompson (USA)
Durante la 87ª Sesión del COI habida en Sarajevo, en el transcurso de los Juegos de Invierno, se acordó como innovación en el protocolo olímpico entregar la bandera olímpica al alcalde de la ciudad organizadora de la próxima edición durante la ceremonia de clausura de los Juegos precedentes, insignia que ha de ser encerrada en preeminente edificio público durante el período organizativo previo13; y nueve meses más tarde entre los días 7 y 2 de noviembre del mismo año, los Comités Olímpicos Nacionales reunidos en Asamblea General en la ciudad de México, proclamarán una Declaración solidarizándose en contra de los boicoteos, repudiando la situación racista de algunos países y proponiendo una flexibilización de la norma 26 a tenor de las grandes exigencias del deporte de alta competición14.
Por su parte el COI consciente del arraigo que dentro del escenario olímpico había adquirido la absurda y disparatada lacra de los boicoteos, en la 89ª Sesión, habida en Lausana a comienzos de diciembre del mismo año y constituida al efecto como una Sesión Extraordinaria para el estudio del futuro del movimiento olímpico, aprobó una enérgica declaración por la que, condenando el injusto castigo que con el boicoteo se imponía a los atletas, víctimas directas e inocentes de las irracionales maquinaciones políticas, responsabilizaba oficialmente de tales hechos, a los Comités Olímpicos Nacionales en cuestión, con amenaza de exclusión y recordaba y advertía de forma tajante, que el único organismo competente para determinar si en una edición de los Juegos se cumplían o no los postulados de la Carta Olímpica, era el Comité Olímpico Internacional, con facultades totales, exclusivas y excluyentes15.
El 17 de octubre de 1985 la Comisión para el Movimiento Olímpico del COI admitió los principios sentados en el denominado «Código del Atleta», normativa elaborada por la Comisión integrada por Alejandro Siperco, Raúl Mollet y Boris Stankovic por la que proponían un cambio sustancial en las condiciones participativas de los atletas de alta competición en los Juegos, facultando como jueces exclusivos para estos extremos a las Federaciones Internacionales y prohibiendo solamente de forma oficial en el deporte olímpico el uso del dopaje o la violencia16.
Un último acuerdo importante habría de adoptarse dentro del espacio de la Olimpiada relativa a la sucesión del Calendario de los Juegos de Invierno respecto a los Olímpicos. En la 91ª Sesión desarrollada en Lausana el 14 de octubre de 1986, se decidió la modificación de la Norma 5 de la Carta Olímpica, estableciendo que sería la XXV Olimpiada la última en la que se celebren todo el calendario competitivo de ambos Juegos dentro del mismo año, alternándose a partir de entonces cada dos años unos y otros con período de inicio en 1994 con ocasión de los XVII Juegos de Invierno que ulteriormente habían de otorgarse a la localidad noruega de Lillehamer en la 94ª Sesión del COI en Seúl en 1988. Se rompía así una tradición mantenida desde 192417.
Tensos forcejeos se sucedieron también a lo largo de todo el período en las maquinaciones de las dos Coreas, respecto al protagonismo participativo que la República Democrática y Popular de Corea (Corea del Norte) pretendía tener en la organización de los Juegos de la XXIV Olimpiada adjudicadas a Seúl. El presidente Samaranch hubo de emplearse a fondo en la excepcional faceta de su sutil diplomacia para acabar adoptando una firme solución ante la sinuosa trayectoria de los coreanos norteños18.
Fuente: DURÁNTEZ, Conrado: Las Olimpiadas Modernas, Madrid. 2004, pág. 31 y ss.
CONRADO DURÁNTEZ
Es Presidente de Honor del Comité Internacional Pierre de Coubertin, Presidente fundador del Comité Español Pierre de Coubertin, Presidente fundador de la Asociación Panibérica de Academias Olímpicas y también Presidente fundador de la Academia Olímpica Española y Miembro de la Comisión de Cultura del Comité Olímpico Internacional hasta 2015. Ha intervenido en la constitución de más de una veintena de Academias Olímpicas en Europa, América y África. Su vocación por el Olimpismo ha sido proyectada en constantes y numerosas intervenciones en congresos mundiales, conferencias y simposios diversos, así como en la publicación de numerosos artículos en periódicos y revistas especializadas nacionales y extranjeras dedicados al examen y estudio del fenómeno olímpico.
Fuente vídeo: http://www.youtube.com
CITAS:
1 FLEURIDAS, C.: Les Jeux Olimpiques, p. 70.
2 CHANDLER, William: Historiada los Juegos Olímpicos, pág. 76.
3 DURÁNTEZ, Conrado: Los Juegos Olímpicos. La larga marcha XXIII.
4 GRAUPERA, María Hortensia: Olimpismo y Política, págs. 253 a 260.
5 DURÁNTEZ, Conrado: El Olimpismo y sus Juegos, pág. 78.
6 DURÁNTEZ, Conrado: La Antorcha Olímpica, pág. 153.
7 DURÁNTEZ, Conrado: Op. cit., pág. 156, Revista Olímpica, 1984, pág. 246.
8 DURÁNTEZ, Conrado: «La Antorcha Olímpica», en Mensaje Olímpico nº 30, agosto de 1991, págs. 26-35.
9 Los Juegos de la XXIII Olimpiada, Revista Olímpica, 1984, págs. 603 y 604.
10 CHANDLER, Richard: Op. cit., pág. 72.
11 CHANDLER, Richard: Op. cit.. pág. 73.
12 DURÁNTEZ, Conrado: El Olimpismo y sus Juegos, pág. Bl.
13 Revista Olímpica, 1984, pág. 594.
14 Declaración de México, Puntos 3,7 y 15, Revista Olímpica, 1984, págs. 967, 968 y 969.
15 Resolución de la 89ª Sesión del C.O.I., Revista Olímpica, 1985, pág. 17.
16 MOLLET, Raúl: «El Código del atleta», Revista Olímpica, 1986, pág. 81.
17 Acuerdos de la 91ª Sesión del C.O.I., Revista Olímpica, 1986, pág. 651.
18 Revista Olímpica, 1986, pág. 368, 1987, pág. 446 y 1988, pág. 407.